Si se tratara de una película, la mayoría huiríamos de ser blanco de “spoiler” pues lo interesante de una historia generalmente es ver el final y extraer de ahí las conclusiones y críticas.
Sin embargo, muchas veces no es así, y se utiliza de manera contraria. A este recurso literario se le llama anacronía, que corresponde a la alteración del orden cronológico de los sucesos en el relato y que no sigue una secuencia temporal lógica.
Hace unos días durante las 10 horas de vuelo de regreso de vacaciones desde mi país natal, sentada en la plaza 40D de 45 centímetros de la aerolínea, me encontraba algo inquieta pensando en el tiempo que tomaría el trayecto y que podía hacer para no entrar en desesperación.
Guardé la calma y recordé que mientras me paseaba por casa de mis padres días atrás, me encontré con mi colección de libros e inmediatamente desempolvé la obra del maestro Gabriel García Márquez, “Crónica de una Muerte Anunciada” uno de mis libros favoritos, así que sin más decidí traerlo conmigo.
Allí sentada, me dispuse a volver a leerlo desde las alturas después de mucho tiempo. Las primeras líneas del relato comienzan comunicando lo que seria el trágico final de la historia, al leer ese párrafo inmediatamente recordé todo.
Me pareció fascinante…
Pero ¿Por qué empezar por el final? me resulta interesante, porque como escritor/a, tener claro el final, permite explorar múltiples caminos o narrativas que conduzcan a él; y para el lector descifrarlo, lo vuelve más intrigante e interesante.
En una historia con un final desvelado desde un principio, es prácticamente lo único que tenemos claro qué tiene que suceder, el contenido lo vamos imaginando intentando buscar la lógica que concuerde con esa pista; el valor de este tipo de obras generalmente se basan en la manera que el autor juega con los acontecimientos y el tiempo.
Pues bien, ¿A qué quiero llegar con esta analogía? Que al igual que en la creación de una historia de ficción o no, así puede ser modificable nuestra propia historia, ¿Qué final quieres de tu historia?
Visualiza ese proyecto que imaginas, hasta el final. Crea esa imagen mental de la manera en que te verías haciéndolo, lográndolo o celebrándolo y luego, encárgate de pensar en el contenido de la narrativa.
En otras palabras, el final es tu meta (el qué) y la narrativa son tus objetivos (el cómo). Si empiezas por el final, te antepones a los acontecimientos, teniendo claro lo que pasará; luego de esto, permítete establecer esa narrativa de manera clara y cuantificable conforme a los tiempos que consideres, acorde al esfuerzo que puedes invertirle.
Muchos creativos fracasan en sus proyectos porque tienen una idea abstracta de ese desenlace y van sin parar en la rueda del hámster. Es momento de hacer un alto y planear el final ¡es lo único que te hará llegar!
Ahora que ya pienses tu final ideal, y sabes a donde quieres llegar explora los diferentes caminos de tu narrativa: ¿Cuál es el conflicto? ¿Cuántos personajes requieres? ¿Cuándo y en qué periodo de tiempo? ¿Qué recursos necesitas? ¿Dónde se desarrollará la historia? ¿Cómo la contarás?
Hazte todas esas preguntas y comienza a desarrollar la historia, porque en esa historia el único escritor eres tú.
Seguimos creando…
¡Vamos allá!
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